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miércoles, 8 de mayo de 2024

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Bonachera - Roscos de Loja

Desde hace más de 500 años los niños hacen sonar sus “aguaeras” en el día 2 de agosto

La tradicional jornada que conmemora el “Día del Jubileo” se mantiene en Loja gracias a “La Peña La Orza” y a la tienda de cerámica de Antonio Ruiz

La aguadera es una especie de botijo elaborado tradicionalmente con barro poroso en el que, si bien permanece la boca por la que se vierte el agua a su interior, el pitorro destinado a beber se ha transformado de tal manera que adquiere una forma cilíndrica con dos aberturas, una  para soplar con la boca y otra por la que emanan los gorgojeos que produce el agua en su febril movimiento impulsado por el aire, lo que genera un sonido parecido al trino de un jilguero, aunque con una potencia y un nivel sonoro muy superior al de la avecilla, y muy lejos del son estridente de un mero silbato.

Coloquialmente conocida en Loja como “aguaera”, su uso es tradicional en el mes de agosto, adquiriendo el día 2 su máximo protagonismo al coincidir con al “Día del Jubileo”, con lo que desde tiempo inmemorial en esta jornada era frecuente encontrar a niños y niñas librando auténticas batallas sinfónicas por las calles de la ciudad.

Su carácter refrescante y divertido en tan caniculares jornadas fue perdiendo relieve a lo largo de la historia, si bien el esfuerzo de una asociación como “L a Peña de la Orza” o la tienda de cerámica que rige Antonio Ruiz en la plaza de Abajo o también conocida como de El Pósito, han evitado que la tradición se perdiera y hoy día, aunque con mucho menor fervor que tiempos ha, pueda asistirse a un día muy significativo entre los menores en pleno estío.

Según refiere Wikipedia, “el término «jubileo» tiene dos raíces, una hebrea y otra latina. La palabra hebrea que aparece en la Biblia es yobel, que hace referencia al cuerno del cordero utilizado como instrumento sonoro que servía para anunciar un año excepcional dedicado a Dios. Ese año se denominaba yobel, es decir, jubileo, pues se iniciaba con el sonido del yobel o cuerno. Pero existe también una palabra latina, iubilum (derivada del verbo iubilare), que refería los gritos de alegría de los pastores y que terminó por significar alegría, gozo o alabanza”.

Sea cual sea el origen de esta jornada festiva, lo cierto es que la tradición ha marcado una actividad ante la que los antiguos cantareros de la ciudad elaboraban unas fresquitas “aguaeras” de barro color claro y diferentes tamaños que, tal como han atestiguado rigurosos estudios científicos, eran capaces, al igual que sus más prosaicos parientes, los botijos, de refrescar el agua como ningún otro recipiente lo ha logrado.

SILBATOS EN LA ALHAMBRA

Para analizar con mayor profundidad la existencia de este tipo de instrumentos recurrimos al Patronato de la Alhambra y el Generalife encontrando con auténtica sorpresa que en su blog datan toda una serie de “pitos” de idéntica mecánica que los usados en Loja aunque con una mayor riqueza y profusión de formas. Podemos leer que “En la Ahambra, tanto de su etapa nazarí como luego de su uso como casa real cristiana, nos han llegado distintos objetos lúdicos como figuras zoomorfas y antropomorfas, vajilla de cocina y mesa en miniatura y silbatos”. Estos silbatos podían ser secos o con agua, siendo esta última variedad la que tiene que ver con la “aguaera” lojeña, y narra que son “instrumentos aerófonos por insuflación, es decir piezas con una embocadura por la que se sopla para impulsar al aire y emitir un sonido. Son piezas populares, modeladas en un material económico como el barro y realizadas de forma rápida y sin muchas pretensiones”.  

El estudio recoge más adelante las diversas formas que adoptaban; entre las de animales destacan las de osos, gallos, caballos e incluso caballos con jinetes, mientras que en otros casos las bocas de los recipientes representaban cabezas humanas. En el caso de los silbatos de agua, refiere el documento del Patronato de la Alhambra, “el contenedor  se rellena con una pequeña cantidad de líquido y al soplar por la boquilla emiten un burbujeo similar al canto de los pájaros. El nivel del agua debe superar la entrada del conducto ese aire, de forma que éste al entrar mueva el agua que al alcanzar una determinada altura produce el gorjeo”, y entre sus formas destacan unas con rasgos femeninos y otras masculinos. Todo un mundo de juegos que se dilató en el tiempo con diversas peculiaridades más allá de la época nazarí hasta nuestros días.

Hoy en día las “aguaeras” no se fabrican en Loja por lo que se importan desde otras localidades andaluzas con mayor tradición ceramista, tal como asegura el comerciante Antonio Ruiz desde su establecimiento de la plaza de Abajo. En este histórico local con casi un siglo a sus espaldas, los padres del actual propietario han vendido todo tipo de objetos cerámicos, unos más decorativos y otros más domésticos como artilugios de cocina. Pues bien, la evolución ha hecho que hoy aquellos objetos sencillos se hayan transformado en otros más coloristas y de formas más variadas, aunque con un menor tamaño y manteniendo el principio físico que lo inspira.

Por un módico precio de 2,5 euros, cualquier abuelo, abuela, padre, madre o familiar puede hacer feliz durante estas jornadas a los más pequeños aunque, eso sí, a mor de tener que soportar los trinos febriles y frescos de los retoños instrumentistas y aceptar que la casa se convierte en una selva de sonidos exóticos.

El ceramista Antonio Ruiz ejerce de solista de prestigio en cuanto al sonar de la “aguaera” lojeña. Desde su escenario a pie de calle glosa a viva voz las maravillas del popular instrumento y no duda en demostrar que sus gorgeos son de lo más sublime y expansivos.

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