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jueves, 10 de octubre de 2024

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Bonachera - Roscos de Loja

¿De quién es el mural que existe en la Glorieta de los Ángeles? ¿Cómo y por qué llegó hasta allí?

La historiadora del arte María Eugenia Díaz ofrece en una conferencia las claves de la gran obra del argentino Ricardo Carpani, instalada en Loja en 1984

Es uno de los símbolos de Loja aunque en la inmensa mayoría de las ocasiones pase desapercibido. Si se alza la vista hacia el edificio que linda con la Glorieta de los Ángeles se puede ver un gran mural, de 6 metros de ancho por 5 de alto, que adorna este punto de la ciudad. Fue instalado allí en el año 1984, fruto de las relaciones que por aquel entonces tenía el Ayuntamiento con el entorno del reconocido muralista argentino Ricardo Carpani. 

De trayectoria internacional, el artista estuvo ligado a temáticas y a un estilo artístico inconfundible: las causas sociales y políticas, el mundo del trabajo y la conciencia de clase, expresados desde figuras masculinas, épicas y sólidas. Son estas formas las que también plasmó en su obra de Loja. En los años 70 se afinca en Madrid, y en 1983, recibe el encargo de realizar un mural para la ciudad de Loja, en el contexto preparatorio de los actos del Quinto Centenario de la Toma de la Ciudad.

Dentro del ciclo que periódicamente convoca el Área de Cultura para tratar asuntos relacionados con Loja y su patrimonio natural y cultural, la historiadora del arte María Eugenia Díaz Raya ofreció los detalles de este gran mural de Carpani que existe en Loja, el único del artista argentino en territorio español. Sobre sus obras, destacó que empleaban una nueva estética que aportaba “un gran espíritu crítico” al plasmar “la represión de la dictadura argentina”. 

Díaz Raya ahondó en los inicios de la relación de Carpani con Loja. “En el año 1983, el Ayuntamiento de Loja organizó una semana de Argentina en Loja, en la que participó Horacio Rébora, como responsable de la tertulia, además de un numeroso grupo de personalidades argentinas, como músicos, pintores, bailarines y cantantes. Entre ellos se encontraba Ricardo Carpani, que vino a Loja con su mujer Doris”, explicó la historiadora del Arte. 

En el transcurso de los numerosos actos culturales que se celebraron, el concejal de Cultura de aquella época, Juan María Jiménez, propuso al artista argentino que hiciese un mural en Loja. 

“Él aceptó y en pocas semanas presentó un boceto de la obra. El Ayuntamiento dio el visto bueno y fijó un precio por su trabajo de unas 400.000 pesetas”, detalló la experta, quien añadió que esta actuación tuvo una gran polémica por su elevado coste: llegó incluso a recibir la negativa de algunos miembros del equipo de gobierno municipal. 

A pesar de ello, en enero de 1984 el artista comenzó a confeccionar la obra. Cada lienzo del material que soporta la obra fue pintado en una gran habitación del edificio del Centro de Salud cercano, para luego unirse todo ya sobre el bastidor que lo soporta en la pared.

El mural se inauguró el 11 de marzo de 1984 en un acto en el que estuvo presente el poeta granadino Luis García Montero. El concejal de cultura por la época fue Luis Álvarez de Cienfuegos, que tomó el relevo de Juan María Jiménez tras una crisis de gobierno en el municipio. 

La obra se hizo con unas pinturas especiales que soportan las inclemencias del tiempo. Más de 35 años después, aún permanece como el primer día, sin que se le haya dado una imprimación de laca o cualquier material protector. A pesar de ello, el paso del tiempo ha hecho mella en la obra, que actualmente se encuentra algo deteriorada por las inclemencias del tiempo. La historiadora apunta a que sería necesario someterla a un proceso de restauración, que podría ser algo complicado: el mural se sostiene en 20 placas de uralita, un material cancerígeno, por lo que su manipulación entraña un peligro evidente y debería ser tratada con la máxima cautela. 

Loja tiene la suerte de contar con una obra de altísimo nivel de uno de los pintores del siglo XX más destacados del arte latinoamericano. Una obra llena de vigor, de fuerza, de magnetismo y emoción que adorna, desde hace más de 35 años, una de los muros de nuestra ciudad sin que el viandante se percate de ella. 

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