Parece inexplicable –o no-, pero entre los 40 municipios con las tasas de suicidios más altas de España, hay en torno a una decena que están muy cerca de Loja. Todos ellos conforman un área que es conocida como “el triángulo de los suicidas”, la zona de España en la que más suicidios se producen. Comprende los territorios próximos a tres municipios que actúan como vértice: Alcalá la Real (Jaén), Priego de Córdoba e Iznájar (Córdoba). En el área de influencia de estas localidades, es más habitual que la gente se quite la vida.
En realidad, el triángulo no es tal. Hay municipios, como Alcaudete o Íllora (tercero y quinto respectivamente en el ranking español de suicidios de 2014) que no entran dentro de esta figura geométrica, pero se hallan ubicados en la misma comarca, muy próximos a dichos pueblos. Lo mismo ocurre con Loja, muy cercano a todos estos municipios. Es como si el triángulo histórico (Alcalá la Real-Priego de Córdoba-Iznájar) hubiese extendido su área de influencia.
Los datos son incontestables. La tasa de suicidios en España es de 8,3 por cada 100.000 habitantes, sensiblemente por debajo de la europea (11,7). La de la provincia de Jaén es casi calcada a la continental (11,68). Sin embargo, la de Alcalá la Real se dispara hasta un 26,6. Año tras año, esta localidad jienense encabeza la lista. La de Alcaudete (municipio vecino a Alcalá y tercero en el ranking nacional) es de 23,6. La de Íllora es de 22,3 y la de Rute de 19,3. La tasa media de suicidios en el conjunto de estos pueblos es de 19,2.
En Loja, que ocupa el séptimo lugar en este ranking, esta tasa es de 20. El municipio se sitúa un 1,42% por encima de la media. Según datos de 2014, cada año se producen 2,1 suicidios por cada 10.000 habitantes. No hay un solo lojeño que no conozca un caso próximo. Un primo, un vecino, un hermano o varios miembros de una familia. Lo cierto es que es un tema tabú y siempre se ha dicho que es mejor no airearlo para no darle publicidad. Pero los hechos, y los datos, son los que son.
El denominador común entre los suicidas no es sólo geográfico. Otro de los patrones que se repite entre las personas que se quitan la vida es el sistema que utilizan: casi el 80% de los fallecidos se ahorcan. El segundo método elegido es dispararse con una escopeta de caza y el tercero es la inmersión (ahogamiento).
Muchas son las personas que han intentado arrojar luz acerca de los motivos que llevan a los habitantes de estos pueblos a cometer un suicidio. Las hipótesis son numerosas: un extraño compuesto químico presente en el agua, la abundancia de olivos y nogales en la zona, la altitud de dichos municipios (casi todos se hallan en la frontera de los mil metros), la existencia de un mineral llamado pirita en el subsuelo (que presuntamente provocaría alteraciones psicológicas), el aislamiento de estos pueblos, las escasas oportunidades laborales, la predisposición genética, una macabra tradición…
Pero lo cierto es que nadie ha logrado encontrar una explicación científica a este fenómeno, más allá de las que entran en el ámbito de los mitos y las leyendas. No obstante, el problema persiste. Año tras año, estos municipios repiten en los puestos más altos de los rankings de personas que se quitan la vida. El suicidio, esa palabra que no tiene sinónimos en castellano; esa plaga silenciosa que cada año se lleva a casi 4.000 personas en España (más del doble que los accidentes de tráfico o 70 veces más que la violencia de género) tiene su epicentro nacional en esta comarca. El triángulo de los suicidas sigue más vigente que nunca. Pero nadie conoce los motivos.