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martes, 5 de noviembre de 2024

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Unos 40.000 difuntos se alojan en el cementerio de Loja, que se creó en 1835

El recinto fúnebre ocupa una superficie de 27.615 metros cuadrados

Cola De Vehículos A Las Puertas Del Autocovid Para Vacunarse. Foto: C. M.

A raíz de la Desamortización de Mendizabal, en España se contó con terrenos para poner en marcha los cementerios, de ahí que el camposanto de Loja pueda tener fechados sus comienzos en 1835. Anteriormente, los enterramientos tenían lugar en las inmediaciones de las iglesias (cementerios parroquiales), de ahí que en numerosas ocasiones, al hacer obras en dichas inmediaciones, aparezcan restos humanos. 

Según el responsable técnico de los tres cementerios lojeños, Emilio Rodríguez, la ubicación del camposanto lojeño en el barrio de San Antonio se debe a ser en origen un terreno baldío, que fue cedido al Ayuntamiento por sus características de impermeabilidad, altura y distancia del núcleo de población.

Comenta Emilio Rodríguez que la superficie inicial se corresponde con lo que hoy se denomina Cementerio Viejo, que a su vez estaba dividido en cementerio católico y no católico. De ahí que aún hoy pueda observarse la entrada que actualmente esta tapiada, pero que en su momento era utilizada para los enterramientos de personas de distinta o ninguna confesión religiosa, así como los fallecidos por suicidios e incluso cadáveres de niños o fetos que por su inmadurez no llegaron a ser bautizados.

“Aproximadamente en el año  1945 y ante el agotamiento del mencionado Cementerio Viejo -continúa informando el técnico municipal- se llevó a cabo la ampliación que hoy se conoce como Cementerio Nuevo, aunque consta que la utilización de ese espacio es anterior a esta fecha, ya que en la postguerra fue usado para enterramientos”. 

Y pone como ejemplo la zona que ahora alberga al monumento funerario dedicado a la Memoria Histórica, lugar donde fueron inhumados gran cantidad de cadáveres, muchos de ellos ejecutados.

Rodríguez sigue realizando un resumen cronológico de la evolución del recinto fúnebre lojeño y afirma que “fue en 1983 cuando se produjo la segunda ampliación, hoy conocida como Cementerio Nuevo Bis, lugar que en la actualidad se está desarrollando y en la que se modificó el concepto de espacio funerario, ofreciendo una ordenación y división mas moderna, con mejor acceso y disposición”.

Así mismo, en 1972 se creó el Cementerio de Fuente Camacho que, ante su inminente agotamiento, en 2008 se amplió con la incorporación de un terreno colindante en el que se va a comenzar a actuar ya. Y más recientemente, en 1984 se inauguró el de Ventorros de San José, en terrenos cedidos al consistorio por un vecino de esta localidad que, curiosamente, fue la primera persona que se enterró en él.

Al ritmo actual, qué capacidad hay de cara al futuro.

Hablando de unidades de enterramiento, tanto en sepultura, nichos, bóvedas y columbarios, actualmente se ronda una ocupación aproximada del 99 %, aunque este dato es muy relativo, teniendo en cuenta que buena parte de las unidades, transcurrido el periodo de 5 años, son reutilizadas y de las que según mis bases de datos y registros existen  unas 7.000 concesiones que son  utilizadas por las familias.

¿Dónde se encuentra la oficina de atención al público y cuáles son las principales necesidades que tiene el campo santo lojeño?

Está en la primera planta de la Casa Consistorial en Secretaría General, aunque es mi idea la instalación de la oficina en el propio recinto del cementerio, realizando una reforma en la antigua sala de autopsias. Es algo que llevo años intentando y que espero que pronto se haga realidad, sobre todo por la comodidad que supondría para el usuario.

En cuanto a las necesidades más perentorias está la construcción de un bloque de nichos, la adquisición de un programa informático que sustituyera a las rudimentarias bases de datos que poco a poco me he ido haciendo, o la realización de un padrón de titularidades y modernización a la hora de prestar servicios tanto de mantenimiento como de cambios de titularidad. Así mismo sería conveniente la implantación de una tasa de mantenimiento, al igual que existe en el 90 % de los cementerios españoles, que permitiera la prestación de unos servicios más en consonancia con la época actual, o realizar alguna que otra ornamentación floral. 

Y cómo no, es necesario que tanto la Administración como las empresas publicas y privadas se pusieran de acuerdo para la construcción de un tanatorio con todas los requisitos que estas modernas instalaciones tienen, tales como hornos incineradores, capillas o salas de culto multirreligioso, así como una ampliación del recinto, que según el ritmo de ocupación actual, con lo que tenemos, en 4 o 5 años estamos totalmente agotados.

Una de las cosas que más llaman la atención cuando se visita el cementerio son las esculturas que se erigen en recuerdo de alguna persona, o las capillas, háblenos de ellas.

El arte funerario, como toda expresión artística, viene movida por la época en que éste se desarrolla, así nos encontramos tanto con panteones suntuosos y grandiosos, como con unidades sencillas y funcionales, aunque en la mayoría de los casos vienen marcadas por la idea de la posesión. De ahí que la mayoría de las parcelas esté dominada por el uso de cadenas y barandas, más como señal de inviolabilidad de lo mío, que como acotamiento de la concesión.

Existen algunas obras escultóricas, aunque no muchas, alegóricas a la vida y la muerte, donde se intentan plasmar escenas que fueron cotidianas de la vida, digamos terrenal, del difunto. Así, nos encontramos por ejemplo el mausoleo de un vecino de la Alfaguara que recoge la Fuente de los Veinticinco Caños, el antiguo y conocido bar Parada de la Placeta del Puente o la fachada de la casa donde el difunto vivía.

En cuanto a las capillas, son construcciones normalmente elevadas sobre el suelo pero que realmente están compuestas de varios enterramientos bajo tierra. Entre ellas, nos encontramos con la capilla más conocida y popular que es la de la familia Lopez-Cuervo a la entrada misma del cementerio y que mediante unas escaleras de acceso nos podemos encontrar en su interior 14 enterramientos. Las capillas datan, fundamentalmente, de finales del siglo XIX y principios del XX

¿Y en cuanto a los enterramientos más genuinos?

Es un mundo donde existe desde una sencilla lápida de mármol cuyo epitafio recoge la vida familiar, religiosa y laboral del fallecido, hasta elementos que forman parte del monumento funerario y que se corresponden con aquellos que le causaron la muerte al difunto. 

En ese contexto nos encontramos en el Cementerio Viejo la sepultura de un obrero que le cayó encima una roca de la cantera donde trabajaba, pues bien, esa roca convenientemente labrada es la que ahora sirve como monumento funerario. 

También existen portadas de nichos que son auténticas obras de arte por el preciosismo con que fueron elaboradas y la fecha en que se construyeron, habiendo sido realizadas completamente a mano, sin el uso de maquinas, y son el fruto de horas y horas de elaboración artesanal de canteros y marmolistas.

Por otra parte, igualmente nos encontramos con nichos que aún están tapados como originariamente se hicieron, con tablas de maderas a las que por el exterior se les aplicaba una capa de brea o pez, que es un producto de la destilación del alquitrán o la trementina, que también se utilizaba para hacer que los botes y barcos de madera fuesen impermeables.

¿Cómo han evolucionado esas aportaciones arquitectónicas?

Como antes decía, la evolución la marca el paso del tiempo, así nos podemos encontrar mausoleos, criptas, capillas y bóvedas de finales del siglo XIX y principios del XX en las que, para un único enterramiento, se ocupaba gran cantidad de espacio, mientas que las construcciones actuales se caracterizan por la tendencia a uniformar medidas y dimensiones. Raramente se producen ya estos mausoleos, ahora todo viene marcado por la estandarización y unificación en cuanto medidas, pues existen unas normas urbanísticas que tienen en cuenta la accesibilidad y la eliminación de barreras arquitectónicas.

¿A quiénes pertenecen estos grandes enterramientos?

Lógicamente pertenecen a familias de rancio abolengo o que en su momento disponían de la capacidad económica para sufragarlas.  No se si alguna de las construcciones es de algún artista reconocido, la mayoría son de artistas locales que tradicionalmente se dedicaron a estos menesteres.

Entre los conjuntos escultóricos podemos encontrar el monumento funerario que se construyó a Angustias López, que siendo reina de las fiestas en agosto de 1990 falleció al caer de la carroza que la llevaba en el desfile ferial. Y en cuanto a los personajes ilustres enterrados aquí se encuentran inhumados buena parte de familias como los Narváez o los Fernández de Córdoba.

Según la información facilitada por Emilio Rodríguez, en los cementerios del municipio lojeño se dan datos tan curiosos como los que siguen.

Superficie

La superficie total del Cementerio Municipal es de 2´76 hectáreas, lo que suponen 27.615 m2, de los que 6.153 m2 son del Cementerio Viejo; 5.750 corresponden al Nuevo; y 9.375 ya utilizados, más 6.336 por utilizar, pertenecen al Cementerio Nuevo Bis, según datos del arquitecto técnico de Urbanismo, Andrés Romero. Además, el campo santo de Ventorros de San José cuenta con 2.350 m2 y el de Fuente Camacho con 2.500 m2.

Número de parcelas

Actualmente el numero de parcelas se eleva a unas 2.600, de la cuales 1.202 están en el Cementerio Viejo, unas 750 en el Nuevo y otras 640 en el Nuevo Bis, además de los nichos que por su especial disposición no se cuentan.

Número de tumbas

Estas 2.600 parcelas proporcionan, aproximadamente, unas 3.100 unidades de enterramiento en tierra, ya que algunas de estas parcelas disponen de hasta 14 unidades de enterramiento en su interior.

Número de nichos

En los diferentes bloques de nichos existentes en el recinto fúnebre de Loja hay actualmente  unos 3.500 nichos, de los que unos 550 están en el Cementerio Viejo, muchos de ellos en estado de ruina. En Ventorros de San José existen 360 y en Fuente Camacho 90, más 30 que se van a construir próximamente y cubrirían las necesidades de unos 5 años.

Número de personas enterradas

En la actualidad hay unas 24.000 entradas, aunque muy bien podrían rondar las 35 o 40 mil.

¿Qué vale una parcela o un nicho?

Los precios de las concesiones van desde los 4.743.60 € de una bóveda de seis nichos con 9 m2, a los 1.007.50 para las sepulturas de 3 m2; o desde los 355.75 a los 652.25 € de los nichos dependiendo de la altura; o los 219.40 € de los columbarios. La concesión administrativa es por periodos de 10 años para los nichos o de 50 años de todas las unidades de enterramiento.

¿Cuánto vale un entierro, si ya se dispone de parcela o nicho?

Dependiendo de los servicios contratados con las empresas funerarias, un servicio, cuando se dispone de unidad de enterramiento, puede rondar los 2.500 euros.

¿Existen leyendas o misterios asociados a este camposanto? 

Yo no tengo conocimiento de ninguna leyenda o misterio, aunque cuentan los mayores que antiguamente, cuando iban a realizar las labores propias del campo por aquellos contornos, al pasar por la puerta siempre, sino uno, otro, se llevaban su susto, pero que no eran más que bromas que se gastaban, o personas que se refugiaban de las inclemencias del tiempo en la puerta. Tenemos que recordar que la iluminación del recorrido era muy insuficiente por lo que las personas resguardadas parecían sombras, más que personas.

¿Se conocen experiencias extrañas vividas por alguna persona dentro?

No mas allá de alguna persona muy supersticiosa incapaz de pasar de la puerta, o alguna otra que se dedicaba a tirar crucecitas de madera en determinadas épocas del año, pero poco mas. Afortunadamente tampoco hemos tenido actos vandálicos que tiempos atrás eran frecuentes en otros cementerios.

Sin duda ¿habrá también algunas anécdotas curiosas o divertidas?

Por error, alguna vez hemos dejado encerrados dentro del cementerio a visitantes que, al verse en tal situación, han montado en cólera y gran estado de nervios. Al ser avisados para que fuésemos a abrirles se han avanzado sobre nosotros con abrazos y besos de felicidad, al verse por fin “libres”; o alguna persona de avanzada edad intentando saltar la tapia para entrar, o para salir si se había  quedado encerrada.

¿Cómo vive usted su día a día entre seres fallecidos? ¿Ha pasado alguna vez miedo o aprensión?

El paso de los años desempeñando esta labor -son ya 29- te va curtiendo, aunque sería muy insensible por mi parte si la visita a las diferentes familias en el tanatorio con un ser querido recién fallecido, o el continuo trato de estos temas, siempre tan desagradables, no te produjese malestar, tristeza o desasosiego, pero también hace que se vea la vida de otra forma, quizás de un modo mas amable y pausado.

Por lo que respecta al miedo, por supuesto que se pasa, pero más por lo desconocido y por lo que tiene de mitológico que por el hecho en sí de miedo por daño propio. En estos años me he encontrado con situaciones muy, muy desagradables fuera ya de el entorno familiar, como por ejemplo el fallecimiento de mi madre o algún familiar, sino por situaciones que por su dureza te hacen plantearte tu trabajo.

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