El sector olivarero está en pie de guerra ante lo que consideran un ataque al olivar tradicional, sector estratégico de la economía andaluza. La manifestación llevada a cabo en Sevilla este pasado martes, pone en relieve los dos años consecutivos de caídas de los precios del Aceite de Oliva, que suponen una minoración de más de un euro por kilo, lo que está muy lejos de cubrir su coste de producción. Por debajo de unos precios de 2,7 euros, el agricultor de olivar tradicional queda en pérdidas, algo que sucede en la actualidad con precios en torno a los dos euros por kg de aceite.
Desde la Cooperativa San Isidro de Loja, la cuarta productora a nivel mundial, aunque en la actualidad con la construcción de grandes almazaras de olivar intensivo lo mismo ha bajado en el ranking, la preocupación es importante. José Luis Espejo, gerente de la cooperativa lojeña, atendió a El Corto de Loja y Onda Loja Radio para darnos su opinión al respecto de esta situación, y no dudo en calificarla de “crisis clara”.
Para hacernos una idea de la dimensión de ésta, Espejo estima que los cerca de 1.400 agricultoras que están asociaciones en su cooperativa han visto como en poco más de un año, dejarán de ingresar para la misma producción más de 12 millones de euros. “En un municipio como Loja el que los vecinos no cuenten con ese dinero, se nota en la economía”, reseñó el gerente afirmando que “hoy en día es una ruina”.
Espejo intenta explicar esta bajada exagerada de precios hablando de “situación atípica sin justificación clara”, ya que aún contándose con 300 millones de kilos de aceite de oliva producido en España con respecto al aforamiento primeramente estimado, no hay razón para una bajada de precios tan radical, ya que habiendo déficit de producción en otros productores como Grecia e Italia y contando con que la próxima campaña se estima media o media-baja, no existe un excedente de producción tan grande si se computan los dos años en conjunto.
El precio se sitúa en niveles de hace 30 años. El gerente acusa a varios factores como posible causa de este descenso en los precios, que solo permite competir al olivar intensivo y super-intensivo, es decir, aquel que se cultiva en grandes llanos, con recolección mediante cosechadoras y con regadío en la mayoría de los casos.
El primer factor condicionante, afirma Espejo, es la beligerancia con la importación de aceites de otros países de fuera de la Unión Europea, como Túnez y Marruecos, cultivos que no cuentan con nuestra misma legislación en el uso de fitosanitarios y fertilizantes, ni tienen los mismos controles de calidad ni de garantía alimentaria que los nuestros, con unos costes de producción y de mano de obra con los que no podemos competir en absoluto. Así pues ya han entrado en España sobre los 120 millones de kilos de aceite de oliva, lo que hace, en opinión de Espejo, que los grandes proveedores vendan ese aceite más barato de menor calidad en España y se lleven el aceite nacional de gran calidad a mercados como Estados Unidos donde lo pueden vender a mayores precios. “Estamos consumiendo aceite de peor calidad y el nuestro lo consumen otros”, comenta el gerente añadiendo el factor de la especulación al galimatías para explicar la situación. En ese sentido, afirma que se cuentan con hasta 1.700 productoras de aceites que dependen de tan solo 7 grandes comercializadoras generales, lo que deja a su merced la variabilidad de los precios y banalizan el producto utilizándolo como producto “gancho” en los lineales de venta.
Por otra parte, la producción del aceite de oliva procedente de cultivos intensivos y super-intensivos, no se está llevando a cabo por agricultores en muchos casos, sino que este modelo productivo se está explotando por grandes grupos inversores que ven en el olivar un modelo de negocio seguro, y aunque producen un aceite de oliva mucho menos estable y de peores características que el del olivar de montaña y tradicional, supone un volumen cada vez más importante de producto que entra al mercado.
“Tenemos que concentrar la oferta para conseguir una posición fuerte en la negociación de ventas para contar con más fuerza en el mercado, mejorando la comercialización y promocionando este super-alimento, pilar indispensable de la dieta mediterránea ”, para conseguir el aumento del consumo mundial acorde al aumento de producción que estamos experimentando”, propone el gerente.
Ante este cúmulo de obstáculos, Espejo cree que el sector debe de estar unido y reclamar la batería de medidas de urgencia que se le ha propuesto a la Unión Europea para que se permita la autoregulación del mercado. Otras peticiones son la mejora de la Ley de Cadena Alimentaria, que la UE permita algunas excepciones en materia de competencia y la creación de una agencia que certifique la calidad y pureza del producto, controlando sobre todo las importaciones y su tránsito posterior. También han pedido el incremento de los precios para el almacenamiento privado.
Espejo cree que esta situación se puede repetir en futuras campañas lo que a su entender sería catastrófico para el medio rural de Andalucía. “Si queremos que Andalucía este vacía como otras muchas zonas rurales de España no tenemos nada más que quedarnos de brazos cruzados”, enfatizó preocupado el gerente de la Cooperativa San Isidro quien opina que se perderían muchos jornales y puestos de trabajo en las industrias paralelas al sector. A esta problemática de los precios une la falta de relevo generacional en el campo, el problema medioambiental que supondría el abandono del olivar y el varapalo para las poblaciones del interior de Andalucía. “Habría fincas abandonadas con lo que supondría eso para el medio-ambiente, pues los olivares son nuestros bosques, los cuales con métodos de producción respetuosos como la Producción Integrada o el Ecológico consiguen el equilibrio perfecto entre actividad económica básica y mantenimiento de nuestra fauna y medio rural”, comenta Espejo.
A pesar de la situación actual se espera que la Unión Europea actué para mejorar los precios. Para la próxima campaña Espejo estima que se contará con un 50% menos de producción, por lo que cree que hay que ser cautos y no vender el aceite mientras no haya unos precios que al menos cubran los costes de producción del cultivo.