El inicio del curso escolar 2020-21 ha sido una de las grandes incógnitas planteadas con la llegada de septiembre y la pandemia del coronavirus en pleno apogeo tras el verano. Eran muchos los miedos e incertidumbres de padres, alumnos y profesorado que se enfrentaban a un escenario educativo “muy diferente” al habitual, con la presencia del virus en estrecha convivencia con los cerca de 1.800 estudiantes de los diez colegios del término municipal de Loja.
En estos días se cumple más de un mes de la puesta en marcha de la maquinaria educativa en los centros de Infantil y Primaria de la localidad, tras un parón de seis meses como consecuencia del estado de alarma por la covid, que obligó a toda la población a confinarse en casa y a los escolares, docentes y familias a ingeniárselas para que no se perdiera el curso. Medio año después de esta salida precipitada de las aulas, el pasado 10 de septiembre, los nervios, emociones, dudas e inseguridades se entremezclaron en el primer día de clases sin saber lo que iba a ocurrir.
Sonaban voces discordantes sobre la idoneidad de llevar o no a los niños a la escuela, mientras los equipos directivos y maestros, extenuados por la aplicación a contrarreloj de los continuos cambios en la normativa de los protocolos covid para adaptarse a la evolución del virus, se afanaban por proteger a una de las poblaciones más vulnerables, con edades entre los 3 y 12 años. A esto se sumaba la falta de recursos materiales y humanos por parte de la administración competente, la Junta de Andalucía.
Un panorama educativo de salida que los diez directores de la enseñanza lojeña lo han tildado como “intenso y agotador”, al tratarse de un curso atípico que ha propiciado un arranque más complicado y, en algunos momentos, hasta “caótico”. Otros, a su vez, lo califican de “positivo”, porque han contado con el buen hacer de toda la comunidad educativa y de los sanitarios que se han volcado para evitar que el virus entre en las aulas y, a día de hoy, se hable de “normalidad dentro de la realidad compleja que estamos viviendo”, manifiestan.
Las entradas reguladas, las mascarillas, la higiene continua de manos e intentar mantener la distancia entre escolares en clase (muchas de ellas de espacios reducidos) es una máxima que se sigue de forma diaria y que ya se ha convertido en una rutina en los centros educativos, sobre todo, por parte de los escolares que se han adaptado rápidamente a las nuevas reglas de convivencia. Sobre este aspecto, la directora del CEIP San Francisco, Nuria Ortiz, destaca el comportamiento excelente de su alumnado. “Tenían necesidad de venir al cole, de reencontrarse con compañeros y maestros, de socializarse, y eso se ha notado, han sido los primeros en adaptarse a la nueva realidad”.
Y a los datos hay que remitirse, porque ante tantos temores y dudas sobre cómo arrancaría el curso, si se podría contener el virus entre el alumnado o por el contrario se volvería al confinamiento con los colegios cerrados, las cifras hablan por sí solas antes del Puente del Pilar: 12 casos positivos registrados en los 10 centros escolares lojeños para una población de 1.778 alumnos, lo que sitúa la estadística de contagios en un 0,7 % y demuestra que la incidencia es “normal”, según aseguran fuentes sanitarias.
El promedio por centro es de uno o dos contagios, siendo el colegio Rafael Pérez del Álamo, uno de los que más positivos ha soportado en este comienzo lectivo. “El inicio de curso ha sido muy movido, ya que arrancamos con positivos que venían de fuera y no teníamos experiencia, pero hemos sabido controlarlo con la colaboración de todos y, a día de hoy, estamos a cero de contagios”, informa la directora del centro, Carmen Del Moral, quien se encuentra animada para seguir adelante y, como la inmensa mayoría de directivos, coincide en que “la suerte” juega un papel fundamental en el número de casos.
Así lo subraya también el jefe de estudios del Caminillo, Manuel de la Plata, quien habla de unos comienzos “muy complejos”, sobre todo, a la hora de detectar positivos existentes en un centro que cuenta con 430 escolares, pero que hoy se puede hablar de “una adaptación generalizada por parte de todos, en la que todo funciona bien porque los profesionales de la enseñanza y las familias han aceptado esta realidad”.
En lo mismo incide el director del CEIP Victoria, Francisco Sánchez, quien asegura que “está saliendo todo bien por el esfuerzo de las familias y las directivas que soportamos mucha responsabilidad extra que no nos corresponde, ya que algunos días tenemos cero indicios y otros se nos presentan varios, con el consiguiente revuelo que supone para la dinámica de una escuela”.
En el otro extremo de los datos de infecciones se encuentran colegios como Elena Martín Vivaldi o la inmensa mayoría de los colegios rurales con cero positivos en sus aulas. “Los brotes que se produjeron antes del inicio de las clases dejaron a muchos colegiales en sus casas porque se generó alarma. Tras su regreso se mantiene la situación sin positivos, ya que contamos con unas instalaciones amplias y con clases que están muy por debajo de la ratio”, explica Marcos Arenas, responsable de una escuela que alberga en sus aulas a unos 150 escolares.
También los rurales Monte Hacho, Besana, La Fábrica y Ventorros de Balerma están a cero de contagios y es que imparten su enseñanza en un espacio ideal con bajos números de alumnos por aula, espacios más que suficientes, a lo que se une la estrecha colaboración de los padres y la rápida adaptación de los menores. Alberto Aranda, director de Monte Hacho, se refiere “a lo fácil que es habituar a tan pocos niños”, asegurando que lo que más echan en falta es “la cercanía con las familias que se intensifica aún más en estos colegios y que la protección frente al virus se lo impide”.
En la misma línea, lo comenta José Antonio Hermoso, directivo del CEIP Besana, quien destaca de las escuelas rurales que “en este tipo de situaciones donde mejor están los niños es en estos centros que ofrecen una educación de calidad ideal en estas circunstancias, por lo que estamos más tranquilos”.
En el caso del CPR Gibalto, que ha contado con un positivo en una unidad de Riofrío, su directora Victoria Castellano, resalta el buen trabajo de los enlaces sanitarios, Miguel Ángel y Justa, que están “las veinticuatro horas del día al pie del cañón para resolver cualquier problema que se nos plantea a los docentes sobre los que recae una enorme responsabilidad y no somos sanitarios”.
A pesar de todo, los controles diarios de asistencia cada mañana, el contacto directo con los profesionales de la Atención Primaria, el trasiego de cuarentenas de los alumnos más próximos a los positivos que -en la mayoría de casos son externos-, junto a la responsabilidad de gran parte de las familias que, ante cualquier síntoma optan por dejar a su hijo en casa, se han convertido en un engranaje que funciona y con el que se está consiguiendo frenar al virus dentro de las aulas lojeñas.
ENSEÑANZA
El modelo de enseñanza que se imparte en los colegios sigue siendo presencial por esa necesidad imperiosa de los estudiantes de relacionarse con otros niños de su edad, pero tras la experiencia vivida en el confinamiento, desde primera hora, maestros y escolares se han introducido en la dinámica de las nuevas tecnologías y plataformas digitales como Classroom, ClassDojo o Moodle para, en un hipotético caso de nuevo aislamiento, la enseñanza no se vea interrumpida y se traslade rápidamente al terreno digital, como también se está utilizando durante las cuarentenas. “El material se queda en clase y se trabaja desde casa online, lo que provoca algún que otro desajuste, como es el caso de la plataforma de la Junta que no llega a funcionar bien”, apuntan.
El currículo se ha adaptado a las “circunstancias” porque se pierde mucho tiempo en desplegar todo el estricto protocolo covid, aunque el niño no lo va a notar porque es “circular y lo que se da un año, en el siguiente se afianza, así que lo de una generación perdida es algo exagerado”, matizan.
Todos recriminan a la Junta su escasa respuesta a la situación que viven. “No ha llegado el material informático para el alumnado que no tiene recursos, ni los maestros suficientes de apoyo o para cubrir bajas de docentes que también se producen”, -inciden-. Por lo que aprovechan para darle un toque de atención a esta administración, porque “no ha habido ningún plan por su parte, ya que hemos sido nosotros los que hemos redactado el protocolo y hemos tirado del carro, junto a alumnos y padres”.
Caso concreto ha sido el de Gibalto que ha luchado por conseguir un maestro para una alumna de riesgo que se encuentra en casa. “Y es que la atención domiciliaria a estos niños no se está produciendo, a pesar de estar el Programa de Refuerzo, Orientación y Apoyo, que no cubre esta necesidad concreta y para la que existen pocos docentes para toda la provincia”, aclara su directora.
En el lado contrario, todos coinciden en destacar el refuerzo en limpieza y desinfección de los edificios educativos por parte del Ayuntamiento de Loja, “tan necesaria para la protección de los menores frente al coronavirus”.
Con todo este escenario educativo, el futuro lo afrontan día a día porque mirar más allá en el tiempo es complejo para pronosticar que va a pasar este curso: si se seguirá este ritmo o se parará en seco. Unos son optimistas y otros no tanto, porque todo dependerá del comportamiento del covid estos meses, al que hay que añadir gripes y resfriados, que complicarán aún más el diagnóstico y los casos sospechosos. “Ahora ventilamos con las ventanas abiertas, cuando bajen las temperaturas, veremos a ver que pasa”, comenta Magdalena Sillero, de Ventorros de Balerma.
A modo de conclusión, si las escuelas se han convertido en “casi” seguras frente al coronavirus, gracias a la colaboración de todos, los que comandan la enseñanza lojeña apelan a que la Junta se implique más y a la responsabilidad individual fuera de las aulas para mantener a esta enfermedad a raya y que el curso tenga un final lejano allá por el mes de junio.
LOS TRES INSTITUTOS LOJEÑOS SE SALVAGUARDAN DEL CORONAVIRUS
La actuación de los tres institutos de la localidad (Virgen de la Caridad, Moraima y Alfaguara) no dista mucho de lo que sucede en los colegios lojeños, con cifras similares de estudiantes matriculados en Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional (unos 1.700), pero concentrados en tres centros , y que lo sitúa (al cierre de esta edición) en una docena de casos de contagio.
Los tres directivos de los IES mencionados, Antonio García, Carmen Ortiz y José Luis Zambrano, respectivamente, coinciden en manifestar que el inicio ha sido “más extenuante y complicado de lo habitual” y que el protocolo de seguridad ha conseguido alejar el virus de sus aulas con “mucho esfuerzo de todos”, siendo los positivos registrados, principalmente, casos externos que han sido controlados con aislamientos en algunas clases. A pesar de todas estas circunstancias extraordinarias en el nuevo curso que afrontan, aseguran que, a un mes de la apertura de las clases, “hemos entrado en una normalidad, dentro de la anormalidad de la situación”.
En estas enseñanzas mayores, los primeros cursos de la ESO se centran en formación presencial pero, a partir de otros ciclos y bachillerato, el IES Moraima ha optado por semipresencialidad para “reducir la afluencia de estudiantes en clases en las que no se puede mantener la distancia”, informa Ortiz, que alaba la respuesta de su alumnado en la adoptación de las nuevas normas. En el caso del Alfaguara, la semipresencialidad se concentra “en un día a la semana, a través de la plataforma Moodle, que tan buenos resultados nos dio en el confinamiento” dice Zambrano. Y en el Virgen se ha optado por la presencialidad 100% en todas sus etapas y”va mejor de lo esperado”, comenta García.
Todos aventuran una continuidad del curso, mirando con precaución a la evolución de la pandemia, pero si todo sigue igual podrán afrontar las clases porque los espacios educativos, en estos días, son centros “seguros”.