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sábado, 9 de noviembre de 2024

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Bonachera - Roscos de Loja

La Semana Santa de Loja firma un Viernes Santo para enmarcar

El buen tiempo hizo que las hermandades de la mañana y la noche aumentaran varias horas la duración de sus desfiles para disfrutar al máximo

Miembros De La Plataforma En La Rueda De Prensa Ofrecida A Las Puertas Del Hospital Lojeño. A. Matas

El Viernes Santo se levantó soleado y con muy buena temperatura en Loja. Todo hacía presagiar que sería una jornada grande, y así fue. Las cinco hermandades que protagonizan el día álgido de la Semana Santa de Loja lo dieron todo de sí para su puesta de largo por las calles de Loja. Después de los accidentados desfiles de los tres años anteriores a causa de la lluvia, tocaba desquitarse y lucirse. Todas salieron para que sus Sagrados Titulares se reencontraran con el pueblo de Loja que, expectante, abarrotaba la ciudad. Fue un día espléndido, fue el broche de oro a una Semana Santa de Pasión espectacular en forma, contenido y tiempo meteorológico. 

Pasadas las 10 y media de la mañana, las hermandades de Santa Marcela, la de Jesús Nazareno y San Juan y la de Nuestra Señora de las Angustias y la Santa Vera Cruz comenzaron conjuntamente su desfile procesional desde la ermita de Jesús del emblemático Mesón de Arroyo. Cientos de lojeños se concentraban en el lugar para no perderse los primeros pasos del Viernes Santo lojeño. Casi en el inicio de la calle Real se podía disfrutar de una imagen única, la de varias ‘corrías’ de incensarios dando sus golpes a la vez a las veneradas imágenes. 

La Verónica –Santa Marcela como se la conoce popularmente en Loja-, abría el desfile bajo su pequeño palio de seis varales y portando el pañuelo con la imagen de Jesús con el que enjugó su Santa Faz. Este año lucía saya y manto negro y un nuevo rostrillo. Tras ella desfiló la imagen de San Juan, ataviado este Viernes Santo con una túnica blanca y una capa dorada. Por primera vez se pudo escuchar una pieza musical dedicada en su honor, recuperada y armonizada para banda por José Padilla. 

Seguía sus pasos el bello nazareno del Mesón de Arroyo, acompañado en su camino por la Banda de Música de Loja que interpretaba uno de los sonidos más característicos del Viernes Santo lojeño: el Miserere. Este año la Imagen de Jesús, obra del sevillano Castillo Lastrucci, lucía una túnica morada con sencillos bordados en su parte inferior y que dejaba al descubierto sus pies. 

Tras Él, la Santa Vera Cruz seguía sus pasos portada al hombro por jóvenes horquilleros al toque de una veintena de tambores. Y después, su Madre, la Virgen de las Angustias. La dolorosa de José Garnelo caminaba con los sones de la banda ‘Amigos de la Música’ de Huétor Tájar bajo su palio adornado con un bello exorno de flores blancas. Este año la hermandad estrenaba una copia de un gallardete antiguo que ha sido confeccionado por Bordados Merto, además de una barra de orfebrería. 

El cortejo avanzaba hasta llegar a uno de los puntos más destacados de su recorrido, el paso por la plaza de la Constitución y posteriormente Tribuna Oficial. En estos lugares se podía disfrutar de una bella estampa que conformaban las imágenes con la torre de la Iglesia Mayor al fondo, testigo de la tradición, la fe y la cultura popular lojeña un Viernes Santo más. Otro de los momentos álgidos fue el tradicional encuentro de las imágenes en la carrera de San Agustín, que tuvo lugar a eso de las cuatro y media de la tarde. Tras este punto, los cinco tronos se disponían a bajar hasta las calles del barrio de El Puente, tras tres años sin poder hacerlo debido a la lluvia. 

La primera parte del Viernes Santo lojeño acabó con la popular ‘corriílla’ que se celebró ya caída la noche -en torno a las 9-, varias horas después de la hora inicial prevista. Otro año más miles de lojeños se agolpaban expectantes en el Mesón de Arroyo para ver subir corriendo a las cinco imágenes por la avenida de Jesús en busca de la pequeña ermita. Un momento de gran esfuerzo y pericia por parte de los horquilleros que el público supo reconocer con sus aplausos y vítores. 

Y del bullicio del desfile de la mañana, a la sobriedad de la noche del Viernes Santo con el Santo Entierro de Cristo. Las hermandades del Santísimo Cristo de la Salud y la del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad despidieron la Semana Santa de este 2014 con un desfile solemne y plagado de momentos emotivos que fue seguido por un gran gentío en todo su recorrido. 

A las 21 horas se abrieron las puertas de la Iglesia de Santa María de la Encarnación para permitir la salida del desfile procesional. El Cristo de la Salud era el primero en atravesar el dintel de la puerta. Lo hacía con las luces del templo apagadas para dar más solemnidad si cabe al momento. Ya en la calle, era recibido con aplausos y con el sonido de la marcha real. En su caminar por las calles de Loja, este bello crucificado estuvo acompañado por una veintena de tambores. 

Tras él, el trono del Santo Sepulcro comenzaba a salir de la iglesia, este año más espectacular si cabe en su trono recientemente restaurado. Estrenaba cuatro ánforas doradas que contribuían a realzar el bello exorno floral a base de rosas rojas. Anunciaba su camino un grupo de acólitos que este año estrenaron vestimentas. Tras sus pasos, un grupo de armaos arrastraba sus lanzas en señal de duelo y arrepentimiento. Su elegante caminar estuvo acompañado por el cuarteto de capilla Amaritudinis Iesus de la capital granadina, envolviendo el desfile de los sones más fúnebres.

La titular mariana, Nuestra Señora de la Soledad, también lucía bellísima en su trono adornado con un exorno floral a base de hortensias y rosas de color rosa. De nuevo sorprendía con su elegante vestimenta, con un nuevo rostrillo, bocamangas y pañuelo. Su palio fue magistralmente portado por sus 50 horquilleros, que la mecían solemnemente al son de las marchas interpretadas por la Banda de Música de Loja. 

A pocos metros de su salida se vivió uno de los momentos más destacados del desfile, el paso por Tribuna Oficial. Después, el cortejo continuó subiendo por la calle Tamayo, desde donde se podía contemplar en toda su extensión. Justo en el principio de la calle, el joven cantaor lojeño Christian Delgado dedicó una emocionante saeta a la Virgen de la Soledad que conmovió al público que tuvo la oportunidad de  disfrutarla. El barrio Alto fue testigo del caminar de las dos hermandades del Entierro de Cristo. En las Cuatro Esquinas aguardaban de nuevo las dos ‘corrías’ de incensarios de la noche, los ‘enterraores’ del Sepulcro y los del Cristo de la Salud, que honraron con sus cantos y movimientos a las Sagradas Imágenes. 

Ya en su parte final, los tres tronos bajaron por la Cuesta del Arca y posteriormente transitaron por la carrera de San Agustín y Duque de Valencia, buscando el encierro en su sede canónica y apurando los últimos momentos de una solemne Estación de Penitencia. Pasadas las tres de la madrugada se ponía el punto y final a una Semana Santa brillante que pasará a la historia. 

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