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martes, 10 de diciembre de 2024

Ventorros de San José: de pasado cantero a motor agrícola en el presente

El anejo más poblado y de más altitud de Loja vive hoy día principalmente de las cooperativas de espárrago y aceite, tras las canteras de mármol de antaño - Cerro Gordo y el ‘Chaparro de la Mesa’, los símbolos de un pueblo muy participativo

Al norte el municipio de Loja, y tras recorrer 17 kilómetros por una angosta carretera de montaña, se encuentra Ventorros de San José. Es la pedanía lojeña de más altitud, con cerca de 850 metros, y también la más poblada, con unos 900 habitantes censados. Es un pueblo relativamente joven, ya que el núcleo de población que conocemos hoy día nace a principios del siglo XX, tras el crecimiento y transformación de una antigua venta donde paraban los arrieros para aposentarse y dar de comer al ganado. Pero cientos de años antes, el territorio ya tenía otros moradores: hace 2.800 años existía un poblado ibérico en Cerro Gordo, la montaña que da la bienvenida al visitante y en la que se han encontrado gran cantidad de restos de cerámica de esa época. 

Uno de los símbolos de la pedanía es el ‘Chaparro de la Mesa’, una enorme encina centenaria de 22 metros de altura situada junto al cementerio y que se impone con elegancia y dominio sobre el entorno. Está catalogada dentro de los “Árboles y arboledas singulares de Andalucía”. Debido a sus grandes dimensiones se puede ver desde muchos kilómetros de distancia. “Cuando se viene desde Granada por la autovía A-92 se ve perfectamente, y también desde el “Llano de la Perdiz”, junto a la Alhambra, aunque en días claros y sabiendo su ubicación exacta”, explica José Antonio Arco, alcalde pedáneo de Ventorros. 

UN IMPORTANTE PASADO CANTERO

Otro de los emblemas de la pedanía es la montaña de Cerro Gordo, que fue una importante fuente de empleo durante el segundo tercio del siglo XX. En todo su perímetro se encuentran restos de hasta una decena de antiguas canteras de las que se extraía mármol gris de gran calidad. Unas 80 personas llegaron a trabajar en los tajos, en duras jornadas de sol a sol.

La historia de estas canteras la conoce a la perfección Antonio Quintana, un ventorreño que comenzó a trabajar en ellas con sólo 13 años. Con él hacemos un recorrido por estos yacimientos de Cerro Gordo, en los que aún hoy día se pueden ver los antiguos cabestranos, algunos manuales y otros eléctricos, que se utilizaban para extraer las rocas. También hay restos de los refugios de los picapedreros, que les servían para meter las herramientas de trabajo y protegerse de los cascotes que salían con las detonaciones de los barrenos.

“Entré en 1963 de piche, arrimando agua y demás, y estuve trabajando hasta 1986, año en que las canteras se cerraron por falta de rentabilidad”, explica Quintana, quien, por cierto, fue el último en despedirse de estos trabajos. En definitiva, más de 40 años de duro trabajo que recuerda con nostalgia. Muchos días, en sus ratos libres, se pasea por el cerro para evocar los momentos vividos: “Tengo muchos recuerdos porque prácticamente me he criado en ellas. Antes de empezar a trabajar, mi padre ya también me traía con él”, explica emocionado Quintana.

Las canteras comenzaron a explotarse en torno a 1936, con el estallido de la Guerra Civil. La mayoría de las familias fundadoras procedían de Macael, pueblo conocido por sus yacimientos de mármol. Es por eso que gran parte de los ventorreños tienen antepasados de este municipio almeriense, como es el caso de los abuelos de Antonio Quintana. Las canteras eran conocidas por los nombres de sus propietarios. La más grande era la de Antonio Pérez Navarro, aunque también estaban las de Victoriano Cobos, Vicente de Villanueva, Pedro Cruz o Cristóbal Cáceres. 

Aunque la primera industria del pueblo eran las canteras de Cerro Gordo, hoy su economía se centra en la agricultura. En Ventorros se encuentra la cooperativa Los Gallombares, la primera productora de espárrago verde de Europa y que genera gran cantidad de puestos de trabajo cada campaña. También destaca la cooperativa oleícola de Cerro Gordo, que cuenta  con certificado de Calidad Rural de Andalucía, además de los premios Frutado Verde Amargo y Sabor y Calidad de la Diputación de Granada. Un pequeño monolito recuerda en la pedanía la enorme importancia de la agricultura para la economía ventorreña.

FIESTAS POR PARTIDA DOBLE

Ventorros de San José celebra la fraternidad de sus vecinos con dos fiestas populares. Por un lado está la tradicional celebración de San José, en torno al 19 de marzo. “Antes sólo había un día festivo, pero ahora son tres”, recalca el pedáneo. Antiguamente, estas fiestas eran organizadas por los denominados “Silillos”, es decir, el grupo de jóvenes que ese año se iban a cubrir el servicio militar. “Ellos ayudaban al alcalde pedáneo y al cura a organizar las fiestas. Cada uno, además, tocaba un instrumento”, recuerda con nostalgia Antonio Quintana. Hoy día, los festejos corren a cargo de la Asociación de Vecinos San José de Cerro Gordo y la de mujeres Azahar, en estrecha colaboración con el pedáneo y la implicación de todos los vecinos.  

Pero los ventorreños también tienen fiestas populares en agosto, la semana anterior a la Feria Grande de Loja. “Se empezaron a celebrar en verano sobre el año 1985, para que los vecinos que habían emigrado a diferentes puntos de España pudieran acudir a Ventorros a disfrutar de los festejos”, explica Arco. 

Asociaciones, hosteleros y vecinos se implican en la organización de muchas más actividades durante el resto del año. Prácticamente todos los meses del año tienen alguna fiesta o iniciativa en la que pasarlo bien. En febrero celebran la Candelaria, junto a una gran hoguera con juegos populares, tapas, vinos y dulces; la última semana de mayo se van de Romería de la Alegría al paraje del Cerro del Águila, en honor la virgen del pueblo; en junio los hosteleros de la zona promueven la Feria de la Tapa, en la que realizan tapas especiales que son todo un éxito; y cuando llueve y hace mucho frío –sin fecha exacta para ello- celebran el Día de las Migas, que surgió a iniciativa de un alcalde pedáneo muy querido, Pepe ‘Quinteros’, para celebrar que las lluvias aparecían de nuevo tras una larga sequía. 

UNA CARRETERA MUY DEMANDADA

La principal reivindicación de infraestructuras que hacen los ventorreños es la mejora de la carretera A-4154, que une la pedanía con el casco urbano lojeño. Según Arco, se encuentra en un “lamentable” estado de conservación, “con las líneas de la carretera borradas y con muchos baches”. Hace más de 20 años comenzaron a demandar la mejora del vial con varios escritos que han surtido poco efecto. “La carretera se lleva prometiendo por parte de la Junta de Andalucía más de una década, incluyéndola en planes como el “Más cerca”, pero nunca llegan a comenzar las obras”, denuncia Arco. 

Se trata de una reivindicación no sólo de Ventorros, sino también de los vecinos de los municipios limítrofes de Zagra, Fuentes de Cesna y Algarinejo que han de transitar por este vial para llegar a sus casas. “En total, más de 5.000 habitantes pedimos un nuevo trazado más seguro y que permita que los camiones puedan subir a las cooperativas de la zona, porque hoy día se niegan por su mal estado”, denuncia el alcalde pedáneo. 

Para reivindicar la nueva carretera llevan realizando desde cuatro años para acá numerosas manifestaciones. “Entendemos la situación económica de la Junta, pero es necesario dar pequeños pasos y que se destine dinero para comenzar las obras. En otras localidades sí hay dinero para nuevas carreteras y aquí no se ha destinado ni un euro”, recalca Arco. Una obra crucial sin duda para el futuro de la pedanía. 

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