Era una oportunidad única de contemplar el cielo en toda su plenitud, de disfrutar del momento álgido de la ‘lluvia de estrellas’ lejos de la contaminación lumínica de la ciudad, y de familiarizarse con el mundo de la astronomía de la mano de los mejores expertos. Más de 100 personas participaron el pasado fin de semana en la V Noche Celeste ‘Sierra de Loja’, una propuesta de ocio organizada por el Área de Turismo que ya se ha consolidado como una de las actividades destacadas del verano lojeño.
Este año, esta observación astronómica volvía a celebrarse en el lugar de su primera edición. En el ‘Llano del Tejadillo’ del macizo lojeño, a más de 1.500 metros de altitud, los participantes siguieron muy de cerca a las perseidas, las estrellas fugaces popularmente conocidas como ‘Lágrimas de San Lorenzo’ que cada año surcan el cielo con mayor intensidad por estas fechas. Todo se hacía más fácil y comprensible gracias a las explicaciones del astrónomo lojeño Sebastián Cardenete, director del centro de ciencia Principia de Málaga, que daba con lujo de detalle todos los conocimientos necesarios para conocer un poco más y mejor todo lo que se esconde en el firmamento. Junto a él estuvieron otros nueve compañeros de la agrupación Sirio, que desde hace años reúne a los amantes de la astronomía.
Con ayuda de siete potentes telescopios, los asistentes -de todas las edades- pudieron pasar una noche muy entretenida. Además de planetas como Marte, o la Luna, se pudieron conocer los anillos de Saturno en la constelación de Escorpio, la Osa Mayor o la Vía Láctea, además de nebulosas, estrellas dobles o, incluso, satélites artificiales. “Es un cielo especial, aunque haga un poquito de frío, porque nos permite ver cosas que desde la ciudad es imposible”, comentaba Cardenete, acostumbrado a subir al macizo lojeño para disfrutar de su profesión y afición.
Pero las protagonistas de la noche, sin duda, fueron las estrellas fugaces, polvo de meteorito -que es lo que son en realidad- que al caer a gran velocidad atraídas por la gravedad terrestre, arden y causan el efecto que nos parece una ‘lluvia’ brillante.
La noche fue larga para los amantes de la astronomía. Muchos de ellos se atrevieron a pernoctar a 1.500 metros de altitud, en plena Sierra de Loja, para seguir disfrutando de la inmensidad del cielo y de todos los secretos que guarda.