Que los lojeños tenían muchas ganas de conocer el edificio por dentro y de disfrutar de los contenidos del Centro de Interpretación del Agua, recientemente inaugurado, queda demostrado con el número de visitas registradas en la primera semana de actividad del nuevo espacio museístico de la localidad. Según datos facilitados por el Área de Turismo, en los primeros siete días de apertura han pasado por el Museo del Agua un total de 232 personas, desde el 28 de junio –día de su inauguración- y hasta el 8 de julio -última fecha de registro de visitantes.
Tal y como indican a Onda Loja Radio los técnicos de Turismo, las personas que han tenido la oportunidad de conocer este nuevo equipamiento destacan su originalidad, su diseño y que sus contenidos son muy interesantes. Sin embargo, una de las principales quejas es el horario de apertura. Piden que se extienda a más días de la semana, sobre todos los fines de semana, para que se pueda visitar fuera del horario laboral.
De momento, el centro está abierto los miércoles, jueves y viernes por la mañana, de 10 a 14 horas, y por la tarde, de 18 a 20 horas. Los sábados, domingos y festivos, bajo petición previa y con reserva de visita guiada. El precio de la entrada general para adultos es de 3 euros, 1,5 euros para niños de hasta los 14 años. Los nacidos o residentes en Loja pueden entrar gratuitamente.
No se trata de un museo al uso, sino que se ha buscado que sus contenidos sean muy didácticos y que exista interacción con los visitantes para que puedan explorar y conocer lo que significan los recursos hídricos en la ciudad y su historia. A través de paneles explicativos, fotografías y audiovisuales se destaca el uso del agua desde tiempos prehistóricos, gracias a fuentes como la de los 25 Caños, monumentos naturales como Los Infiernos de Loja, o multitud de nacimientos y parajes como Riofrío.
El centro, cuyo coste total supera los 600.000 euros, está ubicado en la plaza del Donante, en la avenida Rafael Pérez del Álamo. Se enmarca entre dos chimeneas que quedan del antiguo molino aceitero de la Cooperativa San Isidro y junto al río Genil. El edificio se asemeja a un gran cubo de hielo, distribuido en dos plantas. Está recubierto por una gran cristalera en la que se puede leer la palabra agua en varios idiomas.