Las cabinas telefónicas situadas en la vía pública están en peligro de extinción. Cada vez se utilizan menos, por lo que no es de extrañar que estén desapareciendo poco a poco de las ciudades. El número de móviles no deja de crecer en España y supera con creces a la población nacional. A pesar de las mejoras aplicadas en los últimos años, las cabinas no remontan y pasan desapercibidas, convirtiéndose en meros elementos decorativos del paisaje urbano.
En el año 2000 había en España 60.000 cabinas telefónicas. Hoy la cifra ronda las 25.000. En Loja aún sobreviven ocho de estos aparatos, según el sistema de localización Cabitel. Telefónica, el operador que presta el servicio, no ofrece datos exactos más allá de lo que facilita el geoportal.
La mayoría están en el casco urbano. En el centro histórico hay una, en la plaza de la Constitución. La más cercana se sitúa en la plaza de la Victoria. Si seguimos por la avenida de Los Ángeles encontramos otra junto al parque. La mayoría de los barrios lojeños tienen al menos uno de estos aparatos. Es el caso de San Francisco (en la plaza de Andalucía), de La Estación (en la calle Renfe), de El Puente (en la placeta) o de San Antonio (en la calle Hierbabuena). Llama la atención que otras zonas, como el barrio Alto o el Mesón de Arroyo no cuenten, o al menos según este portal, con una de estas cabinas.
Fuera del casco urbano, sólo la pedanía de Riofrío tiene uno de estos terminales en plena calle, en la plaza de San Isidro. Si atendemos a los datos de Cabitel, en el resto de núcleos rurales no hay ni uno sólo de estos aparatos telefónicos, ni siquiera en Ventorros de San José, que es el anejo más grande de Loja.
En los últimos tres años, el uso de las cabinas ha caído de media interanual un 40% por el auge de la telefonía móvil. La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia sitúa en 50,7 millones el número de líneas en la actualidad, al tiempo que el Instituto Nacional de Estadística cifra en 46,44 millones la población española. Es decir, hay 109,2 líneas por cada 100 habitantes. Además, el vandalismo ha motivado el traslado de un buen número de cabinas lejos del alcance de los salvajes.
La comodidad de los avances tecnológicos ha dejado a las cabinas obsoletas a pesar de las mejoras añadidas. Estas estructuras han variado su aspecto: desde las míticas cabinas acristaladas hasta las coronadas con un remate piramidal o las multicabinas actuales. Sus funciones van más allá de las llamadas. También permiten enviar SMS y poner saldo al móvil y, a diferencia de otros países, dejan contactar de forma gratuita con los servicios de emergencia y utilizar monedas. Además, se han adaptado para personas con discapacidad y se han consolidado como soporte publicitario. Pero, su residual usufructo justifica que el desmantelamiento sea una realidad dentro de la oferta mínima que impone la ley. El Gobierno tiene las manos atadas hasta finales de este 2016. En 2011 otorgó a Telefónica Telecomunicaciones Públicas la gestión de los teléfonos callejeros durante cinco años.
La normativa exige al operador instalar cabinas por el país, y garantizar su universalidad y la protección del usuario. El Ministerio de Industria especifica la obligatoriedad de una oferta “suficiente” y ve “razonable” la existencia, al menos, de una por cada 3.000 habitantes en municipios de 1.000 o más habitantes. Esa condición, al menos, se cumple en Loja, donde hay ocho. Además, Industria obliga a que haya un teléfono público en cada localidad de menos de 1.000 habitantes si está justificado por dificultades. Eso, como se ha señalado, no se cumple, ya que sólo Riofrío cuenta con uno de estos terminales en la vía pública.
El fin de las cabinas se producirá más pronto que tarde si no se hace nada por remediarlo. El Gobierno central decidirá si renovar o no este servicio público deficitario. La fecha de caducidad es el 1 de enero de 2017. Así pues, su destino es todavía una incógnita. Cuatro décadas después de que se instalara la primera cabina telefónica, quién sabe si en cuestión de unos meses pasarán a ser tan sólo un recuerdo del pasado.