La Fuente Santa, el monumento del siglo XVI del que, según documentos históricos, salieron los primeras ‘lotes’ de agua ‘envasada’ del país, podría iniciar su recuperación a corto plazo. El Pleno Municipal ha aprobado destinar partida económica para que tanto la fuente como su entorno pueda ser comprada por el Ayuntamiento lojeño. El dinero procede del remanente positivo de tesorería, que, además, se destinará a casi un centenar de actuaciones en todo el municipio.
El objetivo es adecentar tanto el histórico monumento como el entorno con el fin de su puesta en valor. Hace muchos años que la fuente perdió todo su esplendor y actualmente se halla abandonada y afeada por vegetación, gomas y cajas de registro. Además, mediante un PFEA se prevé crear un sendero que llegue a este lugar para potenciar su visita. Según el alcalde, Joaquín Camacho, el Ayuntamiento está en conversaciones con los propietarios de los terrenos para su compra y, dijo además, que su valoración económica “ya está realizada”. El regidor, que calificó como “histórica” esta compra, confió en que en los próximos meses el monumento se pueda limpiar y rehabilitar.
Hace varios años que el Ayuntamiento de Loja estaba tras el propietario del monumento para llegar a un acuerdo con el que intentar ponerlo en valor. Además, se trabajaba para que, desde el Área de Cultura, hacer las gestiones para asegurar la protección jurídica del monumento y garantizar una actuación patrimonial.
Hace unos años, la Fuente Santa fue incluida por la asociación Hispania Nostra -una entidad sin ánimo de lucro- en la ‘lista roja’ del patrimonio. La historia -y la fama- de las aguas de esta fuente se remonta al siglo XVI, cuando se construyó una estructura de estilo manierista para reconocer el valor medicinal y sanador de este ‘santo’ manantial.
Para comprobar su valor no hace falta más que observar su rica ornamentación, con un frontón rematado con el escudo de Felipe II. Durante el siglo XVII se construyeron baños a ambos lados del cuerpo de la fuente y, debido a la gran afluencia de personas que asistían a probar las aguas, se dotó al lugar de alguacil y médico. Las aguas llegaron incluso a ser envasadas en cántaras lacradas para la corte de Felipe IV, algo que podría considerarse como el agua ’embotellada’ de la época.