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jueves, 25 de abril de 2024

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Bonachera - Roscos de Loja

La torre de alquería de Agicampe recupera su esplendor

A unos 8 kilómetros de Loja se alza una de las torres árabes mejor conservadas, de las últimas en construirse en el reino nazarí

Las torres vigía se erigen sobre el territorio de Loja como vestigio de la época musulmana. Servían para proteger las cosechas y la población a la que estaban asociadas, y también para dar la voz de alarma a las fortificaciones mayores en caso de acercamiento del enemigo. Formaban parte de complejos sistemas de vigilancia, situándose a distancia suficiente como para ser visualizadas unas desde otras. Todavía quedan algunas en pie, aunque no todas corren la misma suerte en cuanto a conservación. Podemos encontrarlas, por ejemplo, en Fuente Camacho, en HuétorTájar o en Salar. En desuso desde la conquista de Loja por los Reyes Católicos en 1486, forman parte del rico patrimonio monumental.

A tan solo 8 kilómetros del casco urbano de Loja se encuentra una de las torres árabes mejor conservadas de la comarca, la Torre de Agicampe. Está dentro de una propiedad privada, la del lojeño Miguel Maldonado, quien se ha encargado, no sin esfuerzo y trabas burocráticas, de sacar adelante su restauración. Orgulloso de su estado final, ha querido compartirlo con un grupo de 25 lojeños, que conocieron de primera mano los detalles de su rehabilitación gracias a las explicaciones de Luis García Pulido, el arquitecto-arqueólogo encargado del proyecto. 

UNA FORMA SINGULAR

La edificación, que ocupa la cima de un pequeño promontorio, tiene una forma singular. Las torres de alquería eran, por lo general, de planta cuadrada o circular, y estaban construidas de tapial. Sin embargo, esta tiene forma ovalada y está elaborada de mampostería. Ésta de Agicampe conserva una altura de unos 9 metros y está compuesta por un núcleo central de forma rectangular y dos semicírculos en los extremos.

Esta singular planta es única entre las torres construidas en la frontera nazarí.  Según Luis García Pulido, esta forma es posible gracias al uso de la piedra, “más fácil de utilizar”. Explica que se empezaron a potenciar las formas curvas “por la irrupción de una nueva arma, la artillería, que en el siglo XIV y XV tenía potencia suficiente como para derribar edificaciones”. Por eso, estas formas hacen que existan más posibilidades de mantener la torre en pie en caso de ataque. La más parecida a ésta, en cuanto a dimensiones y forma, sería la torre de la Solana, en Alhama de Granada.

Destaca, además, la calidad de la construcción, lo que puede verse en el alzado: “Tenía un enfoscado –que ya no es visible- que impedía que la torre fuese escalada con facilidad. En su edificación se utilizaron piedras, mampuestos. Las más grandes se colocaban abajo, para tener una buena cimentación (hay piedras de casi un metro de anchura), y las más pequeñas en posiciones superiores. Además, “había más mortero en la parte de abajo que la de arriba, que era más arenosa, lo que nos hace indicar que cierta economía de medios”. 

CONSTRUCCIÓN TARDÍA

Según GarcíaPulido, se trataría de una de las últimas torres vigía de la época musulmana. Se levantó, probablemente,a principios del siglo XV. Así lo indican las pruebas de Carbono 14 que se hicieron a trozos de madera hallados en la torre. “Es una datación muy tardía, más de lo que se creía en un principio. Sería de las últimas torres que se construyeron en el periodo nazarí”, explica el arquitecto, quien añade que fue “in extremis,” cuando los castellanos están ya asediando el territorio. “Se alza con ayuda de Granada, con técnicos que envía el reino nazarí o por iniciativa propia por los propios habitantes de la alquería cuando ven amenazados sus cultivos y ganados”, aclara. 

En cualquier caso, se sitúa en las inmediaciones de un gran nacimientode agua que hasta hace poco tiempo regaba más de cien hectáreas de terreno. La edificación estaba destinada a proteger este asentamiento formado por pequeñas fincas agrícolas, que quedaron cerca de la frontera entre el último reino andalusí de la Península Ibérica y los territorios conquistados por los cristianos.

UN RESIDENTE IMPORTANTE

La torre consta de dos plantas. La baja cuenta con una habitación rectangular de casi 7 metros cuadrados, cubierta con bóveda de medio cañón que no se ha conservado. Este espacio no solía ser habitual en este tipo de construcciones. Su función podría haber sido la de almacenamiento, bien de pertrechos o de víveres por sus condiciones lumínicas y térmicas estables. El arquitecto descarta que existiese otro nivel subterráneo y que se tratase de un aljibe, dado que no presentaba enfoscado hidráulico y que el suelo era de losas de piedra.

La segunda planta, de 16,63 metros cuadrados, estuvo cubierta por tres bóvedas, una central de mayor tamaño y las otras dos más pequeñas a los lados. Las tres estancias estaban separadas por arcos de yesería, “algo parecido con lo que ocurre en las casas nazaríes de la Alhambra”. Esto hace pensar, según García Pulido, “que aquí residió un personaje de cierta importancia, porque se intentó adecentar al máximo el espacio interior”. 

Mirando a la Vega, en el lado sur, y a una altura de unos 6 metros, se encuentra una puerta-ventana, la única apertura hacia el exterior. Está definida por un arco rebajado, con jambas y arco de piedra de cantería. Desde aquí se podía ver la Alhambra en los días claros.

En cuanto a la parte superior de la torre, el investigador propone que es posible que tuviera una terraza almenada, para proteger mejor la fortaleza. Sin embargo, no se han conservado restos de la misma. Es por ello que en la rehabilitación no se han propuesto elementos de este tipo: “Dejamos que la edificación se extinguiera hacia arriba, sin llegar a materializar almenas o pretiles, porque no sabemos cómo estaba coronado realmente”, explica.

¿QUÉ FUE DE LA TORRE? SU REHABILITACIÓN

Tras la conquista castellana, la torre de Agicampe fue reutilizada por los nuevos pobladores cristianos. Se sabe que en 1501 pertenecía a Juan Álvarez Zapata, poseedor de grandes propiedades en la tierra de Loja. Con anterioridad a 1972, su interior fue utilizado como gallinero, conejero ypalomar, tal y como han atestiguado los cubículos para alojar a estas especies localizados enla excavación arqueológica de ambas salas.

Su actual propietario, Miguel Maldonado, no ha cejado en su empeño en devolver el esplendor a esta torre. Es de destacar su esfuerzo por, además de financiar la rehabilitación del inmueble, extraer toda la información que de él existía para darlo a conocer y seguir legándolo a futuras generaciones. 

Detrás de esta rehabilitación está su empeño, pero también el entusiasmo que mostró desde un principio su mujer, ya fallecida, quien, según recuerda, “tenía mucho interés en estas cosas”. En 2016 se iniciaron los trámites de rehabilitación y, tras años de “contratiempos, injerencias innecesarias y de ninguna ayuda por parte de las administraciones públicas”, al fin llegó el permiso para poder realizar la actuación. Lo recibieron nueve días antes de que su mujer falleciera. “Afortunadamente supo que la rehabilitación se iba a hacer”, recuerda emocionado Maldonado. 

Antes de los trabajos, la torre estaba rodeada de construcciones, y no era fácil verla. El objetivo principal, en palabras de García Pulido, era “recuperar la espacialidad de la torre y la terraza, para conservar todo el edificio de las inclemencias meteorológicas”. 

Tras la intervención de limpieza, retirada de escombros y consolidación, además de los trabajos de documentación y arqueología, ha quedado muy bien conservada, constituyendo un buen ejemplo de lo que fueron las torres de alquería de época musulmana. 

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